Marcelo Salinas | En órbita >> El avance de la pandemia por todo el mundo ha evidenciado el agotamiento y la decadencia de los modelos turísticos tradicionales, hoy en fase de reconversión para ajustarse a las exigencias sanitarias de la comunidad global.
La propagación de un virus que los científicos siguen analizando ha trastocado los cimientos de una industria que es punta de lanza en el progreso de países enteros. Enfrenta una realidad nunca vista, con pérdidas económicas todavía incalculables y con enormes retos que se modifican por tantos daños colaterales.
No obstante su aporte ha sido admirable: durante el 2019 uno de cada cuatro nuevos empleos fue del ramo y significó poco más del 10% del PIB mundial. Pero lo cierto es que dichos números no satisfizo: la pobreza y el deterioro ambiental no figuraban en planes y programas, ignorados por inversionistas y promotores, incluidos los de Quintana Roo.
En esta nueva etapa la prioridad debe cambiar. Antes se definía por el rápido crecimiento, la rentabilidad, y no en pocos casos, por ambiciones y ganancias desmesuradas, que en ocasiones propiciaron conductas de corrupción y dispendio, criticaba recientemente en una charla virtual Miguel Torruco, secretario federal del sector.
Ante el crudo panorama actual se comprobó lo que era un secreto a voces: el limitado sistema sanitario al que tienen acceso los trabajadores del rubro, carentes de protección social, cuyas empresas no tuvieron reservas ni liquidez. Muchas prefirieron despedirlos sin soportar un par de quincenas ni ofrecerles alternativas temporales. Los corrieron, algunas recurrieron a seguros y otras optaron por la quiebra para conseguir ventajas.
A final de cuentas, ¿de qué sirvieron a esos miles de empleados la masividad del turismo, la diversificación que tuvo un costo alto para la naturaleza o haber puesto en riesgo incluso la identidad de una población para obtener sólo ganancias superfluas? Poco o nada, si cuando llegó la hora les castigaron por culpa de un modelo que privilegió otros factores.
Se habla de regular, ahora sí, el «todo incluido»; de apostar grandes capitales al ecoturismo; de crear burbujas regionales para incorporar comunidades rurales, entre otras. Ciertamente, nada que sorprenda por ahora. Quizá lo novedoso es que piensen en redirigir urgentemente los capitales procurando que la derrama llegue a más.
Lo mejor es que impulsen un esquema que no explote, desampare ni destruya; menos a quienes son los protagonistas: mujeres y hombres de esforzado trabajo.