Marcelo Salinas|En órbita 👉🏽 Los partidos políticos desarrollan sus estrategias de cara al proceso electoral de 2021 sin perder de vista el 2022, cuando se disputarán, primero las alcaldías y las diputaciones federales, y después la gubernatura del estado. La del próximo año se trata de la mayor elección de la historia nacional. La del siguiente será especial para Quintana Roo.
En el largo proceso se renuevan dirigencias, o intentan hacerlo; se establecen alianzas formales y de facto, y se preparan perfiles que son contratados o reciclados. Prevalece lo último, porque ninguno puede presumir rostros nuevos debido a la falta de institutos capacitadores, pocos recursos para hacerlo, escaso convencimiento o los de siempre no quieren soltar el control. La combinación de éstas también es posible y probable.
Ello indica que seguramente la ciudadanía encontrará caras conocidas e ideas obsoletas, o cuando menos añejas. Ninguna fórmula que sorprenda. En el juego se regatean los favores y las concesiones. Nadie quiere perder el mando por todo y por tanto. ¿Quién pierde? Lo sabemos.
La respuesta es previsible entonces: mayor desánimo contra la partidocracia y abstencionismo. Desde ya se lee en redes sociales (plataformas abiertas de opinión) el desprecio por la vieja forma de hacer política, alejados de la cruel realidad que viven miles por las dificultades de todo tipo. La peor crisis de la historia local exige sin demora las ideas más innovadoras, frescas y concretas para mitigar los efectos. Y no es así hasta ahora.
Serán meses para que reconsideren en las cúpulas y demás órganos internos de decisión. No pueden ser los mismos, a menos de que comprueben logros y avances, aunque renovar equipos, incrementar el ímpetu, incluir y motivar la participación, son tareas obligadas desde ya. Porque se ven rostros que han pasado por partidos como dirigentes o candidatos, servidores públicos de gobiernos ineficientes y representantes populares que aspiran releegirse con el descrédito ganado de antemano. Y no es por ahí.
La buena noticia es que muchos partidos que pretendían obtener su registro no lo hicieron por múltiples inconsistencias. La mala es que, los que están, no muestran todavía señales tendientes a la reconquista de un electorado cada vez más desencantado.
Es el panorama en un contexto prelectoral que se calienta por la «guerra sucia», el «fuego amigo» y lo mismo de antes.
(OPINIÓN PUBLICADA EN NOVEDADES, VIERNES 25 DE SEPTIEMBRE DE 2020).