Marcelo Salinas | En órbita >> No todo puede ser malo. Mensajes repetitivos como “alerta”, “crisis”, “caos” o “muerte” desalientan a la población. La anterior es la premisa empleada por quienes defienden la política de la esperanza en tiempos como el actual. No se trata de esconder la realidad o reducirla sino destacar por igual los avances y logros para motivar, buscando mejorar.
Se puede estar de acuerdo o no, lo que se pretende con esta opinión es visibilizar aquella tesis que despliegan servidores públicos, sociólogos, sicólogos e incluso médicos. No es un pensamiento utópico, aseguran, sino que intentan situar en su justo contexto las distintas realidades: la crisis por un lado y las acciones de solución por otro. Ambas existen, no solo los problemas, pone como ejemplo un sociólogo consultado al respecto.
Sus promotores exponen que la población necesita estímulos debido al enorme sacrificio durante tantos meses. También requiere ciertos reconocimientos. El país entero clama una luz de esperanza, subrayan, porque ante los repuntes de casos se reacciona inevitablemente con limitaciones, críticas y medidas coercitivas, que es “antinatural”.
En tal sentido, proponen, debe resaltarse las leves mejorías, los beneficios de la cautela, el factor ilusión y pensar en que, si prospera la unión, otro mundo es posible, «aunque sea más tarde que temprano».
No suena desatinado, tampoco inoportuno. Es imposible pensar en túneles oscuros todo el tiempo, menos en Quintana Roo, una tierra de oportunidades, bonanza y precisamente de esperanza para miles de familias que siguen atraídas por las condiciones generales, acaso históricas.
Los ciudadanos debieran entonces tomar la iniciativa para salir adelante como se ha hecho en otras catástrofes. Para hacer frente a la enfermedad es necesario que, en unidad, con disciplina y solidaridad, se ponga en práctica acciones derivadas de la evidencia científica.
La propuesta cobra más fuerza ahora debido a la efervescencia política-electoral, que sube de tono. Porque los políticos fomentan «alianzas para salir del hoyo», pero la ciudadanía no pide una alianza meramente electoral que beneficie a las desdibujadas oposiciones, sino organizaciones en las que se vean representados los intereses comunes con miras a la solución de sus demandas.
La esperanza educada se toma en serio la importancia de la educación cívica, al tiempo que reconoce que dicha educación tiene lugar dentro de la cultura nacional más profunda. ¿Cómo somos y qué queremos?
Pregunta para reflexionar.