Marcelo Salinas|En órbita 👉🏾 Hay movimientos sociales en América Latina, incluido México, que están obligando a cambiar la forma de hacer política, propician nuevos discursos y motivan el fortalecimiento de la democracia directa. A propósito de la Revocación de Mandato prevista para marzo y de la Consulta Popular realizada el 1 de agosto, cabe dicha reflexión: se trata de un fenómeno social en torno a un «despertar ciudadano», que el presidente López Obrador interpreta muy bien hace tiempo en el país.
Ese movimiento, para muchos imperceptible, se da en la sierra, en comunidades aisladas de la selva, en Tierra Caliente y algunas zonas del norte, donde la gente ha desplazado a gobiernos y repudia a los políticos de siempre, organizándose y resolviendo sus propios problemas.
Va un ejemplo comparativo: desde los tiempos de la dictadura militar el pueblo chileno se organizó en asambleas ciudadanas, que fueron creciendo hasta exigir la convocatoria para realizar plebiscitos o referendos, como el de la nueva Constitución, efectuado hace unos meses. Fue una fuerza subterránea, ajena totalmente a la política tradicional. Sin políticos.
Guardando las proporciones y salvando las experiencias históricas de los países, es posible que el régimen de la 4T puede estar dando voz a la gente para evitar revueltas como la de Chile; e inclusive, en un interés genuino de su parte, tratando de ocupar esos vacíos, dejados por la política tradicional, para instalar la idea de la democracia directa y la gobernabilidad compartida.
Él, que ha recorrido tantas veces el país, pudo haber detectado esa energía del pueblo allá abajo, donde los políticos no llegan, porque tiene esa sintonía especial con la base social. Es decir, la posibilidad para decidir sobre asuntos importantes para México, puede ser para evitar malestares generalizados que llegan a estallidos sociales, aunque también pudiera servir para acaparar más espacios de poder ante la oposición, los grupos rebeldes o la delincuencia organizada, ganándose así el respeto de la que realmente mueve la nación: la clase trabajadora.
Bajo esa mirada, tienen mucho sentido los lemas «primero los pobres», «el movimiento de la esperanza», «abrazos y no balazos», «no robar, no mentir y no traicionar», entre otros. Astucia, estrategia o política pública fincada en esa realidad social de abajo, ha servido igual para entender al país en otras dimensiones, ignoradas hasta hace poco.
Le toca a la ciudadanía construir lo que sigue.
(OPINIÓN PUBLICADA EN NOVEDADES. VIERNES 20 DE AGOSTO DE 2021).