Megabasura y otras

Marcelo Salinas | En órbita 👉🏾 La megaescultura de Chetumal ha recibido calificativos como el que da título a esta opinión. Pero no se trata de lo estético, sino de lo que ha representado durante los sexenios que no logran concluir la obra: un gran desperdicio desde lo presupuestal. Y resulta que el gobierno de Carlos Joaquín destinó 31 millones de pesos más, para tampoco terminarla. La historia comenzó con Joaquín Hendricks Díaz: cuatro administraciones estatales completas.  

Situada en el bello bulevar Bahía de la capital, el recinto Museo del Mestizaje no es rechazado por su forma ni su vista, sino por simbolizar un cuento sobre derroches e incumplimientos. La mayoría de los planos con propósitos ha gustado, pero casi ninguno es una realidad. Debiera estar despachando allí la gente de Sectur, y tampoco. El caso es que hoy sirve más como un incipiente atractivo visual, que para satisfacer los objetivos iniciales.  

Cabe dejarlo claro: la sociedad no ataca ya la estructura (hace mucho tiempo que se dio el debate por su estética), sino el relato confuso sobre su utilidad, pues siempre termina narrándose lo del dinero “invertido” y no el “por fin” ya está lista. Veremos qué se resuelve en la administración de Mara Lezama; por lo pronto, Obras Públicas puso nuevamente el tema en la mesa de los análisis. Se esperan las conclusiones.  

En ese mismo contexto -revitalizado por las comparecencias en el Congreso- surgen las supuestas anomalías en el Parque de la Equidad en Benito Juárez (la mayoría de su presupuesto proviene de la Federación), la costera de Bacalar y el arreglo del mismo bulevar Bahía, entre otras. La Secretaría en mención supervisa y pronto habría un diagnóstico de expertos. Por ahora, la XVII Legislatura ya cuestiona, citando voces de la población que se expresa principalmente en redes sociales.  

Las diputadas locales Andrea González, Cristina Alcérreca y Cinthya Millán (de tres partidos distintos) preguntaron el pasado martes 18 cuál es la situación real de los trabajos y lamentaron abiertamente el gasto en ciertas obras, como el de la megaescultura, que bien pudo ser invertido en recintos de salud o de atención especializada.

La estructura siguió absorbiendo recursos de todo tipo hasta hace poco y, lo peor, es que no está lista. Se antoja verla terminada de una vez por todas y que le den utilidad pública, para que prosiga un borrón y cuenta nueva.  

Acerca de las demás obras, queda esperar qué más aparece. Los ojos están puestos en el tema.