Marcelo Salinas | En órbita >> Las variables sociales y económicas son determinantes en salud. El salario, la calidad de la vivienda, el estado de salud previo de un paciente, su educación, la cultura preventiva y otras, tienen relación directa con los resultados en la contingencia actual.
Por ejemplo, los especialistas explican lo que sucede en ciertos países, comparándolos con otros, citando factores socioeconómicos; también se refieren a las diferencias en contagios y muertes entre zonas dentro de los mismos países, e incluso cómo impacta en una misma ciudad donde el virus se aprovecha de la situación más vulnerable.
Cuando ataca un área donde viven hacinados encuentra potencial de crecimiento y diseminación. Más aun, detalla un jefe médico local -gran conocedor del sistema de salud estatal- en ciudades como Cancún o Playa del Carmen, donde un vasto sector de la llamada “población flotante” vive precariamente para ahorrar o porque no le alcanza el sueldo pagado por empleadores, quienes no siempre les garantizan seguridad social.
Así, quienes están “de paso” pudieran ser o haber sido los más expuestos, si es que no figuran ya entre los enfermos; aunado a ello, la vocación de los destinos y la movilidad sin demasiadas opciones (temas abordados en entregas anteriores) han sido “caldo de cultivo”. Algunos pudieron retornar a sus lugares de origen quizá como portadores, han especulado en redes sociales.
Esas características sociales y económicas condicionan entonces el panorama y posiblemente estén presentes en los pormenores desconocidos de los comunicados técnicos diarios. Lamentable, aunque probable.
No es una visión sesgada ni discriminatoria, sino un análisis que encuentra sustento en los casos de personas conocidas, de cercanos, o que han trascendido, los que se suman a la lista que integran trabajadores de la “primera línea”, periodistas y empleados que siguen laborando por la irresponsabilidad de sus patrones.
Deberá cambiar. En su ensayo presentado el fin de semana, el presidente Andrés Manuel López Obrador plantea acabar: los ciclos de concentración de la riqueza, nuevas espirales de corrupción, crecimiento de la desigualdad, ensanchamiento de los abismos sociales entre las regiones y entre lo urbano y lo rural, y a la postre, los fenómenos de desigualdad, desintegración social, migración, marginación y miseria.
Se lee bien en el papel. Lo propone como nuevo paradigma de la política económica nacional. Es un tema de Estado, no solo de gobierno. Atención.