Los días después

Marcelo Salinas | En Órbita >> Pasaron las marchas y el paro nacional. ¿Ahora qué? Es la pregunta que ronda no solamente en la cabeza de muchas feministas y simpatizantes del movimiento, también en hombres y autoridades de distintos niveles o poderes, independiente de su género. Es un cuestionamiento lógico, básico, pero muy profundo a la vez.
No sólo se presenta en México, también en los países donde las mujeres protestan para exigir desde el goce de los derechos consagrados, hasta el piso parejo en la práctica, sin pasar por alto quizá el reclamo más visible: el alto a la violencia, pues la mayoría permanece impune.
En México, el promedio es de 10 asesinadas cada día. El año pasado se contabilizaron mil aproximadamente. El 90% o más -dependiendo de la fuente- queda impune, aun cuando existen leyes, alertas de género y criterios para juzgar. Tal vez son insuficientes o no siempre vinculantes.
Sí existe un andamiaje legal e incluso práctico que les considera lo que antes se les negaba por el solo hecho de ser mujer. Lo vemos en los cargos de elección popular, la conformación de gabinetes, las aspirantes a suceder a los que han llegado alto, entre otras pruebas.
Más de la mitad del gabinete del Presidente López Obrador está compuesto por mujeres, y la Secretaría de Gobernación, primera en relevancia, en manos de Olga Sánchez Cordero.
En Quintana Roo, por ejemplo, más de la mitad de la población está gobernada por mujeres: Mara Lezama en Benito Juárez y Laura Beristaín en Solidaridad, por citar a los dos más poblados.
El Instituto Electoral es presidido por Mayra San Román y dos magistradas, de tres, componen el Tribunal. Nora Cerón lo presidió hasta el último día de febrero.
En el Congreso del estado, Reyna Durán Ovando, y son mayoría con 13 diputadas, de 25 integrantes de la XVI Legislatura. Entre quienes se menciona para suceder al gobernador Carlos Joaquín, los nombres de mujeres prevalecen con claridad (y ventaja).
Entonces, ¿qué se necesita? Cambiar la mentalidad, el sistema, la educación y la práctica misma. Perdura un esquema “tradicional”, aunque ya es hora de que ellas lo transformen desde las posiciones de poder real que se han ganado a pulso por mérito, y no por favores concedidos por los hombres que se empoderaron hasta más no poder.
Ya mandan, desde hace rato, y debieran poner manos a la obra para consolidar la igualdad, que es el inicio y no el fin en sí mismo.
No se tarden, les harán muy bien al estado y al país.