Marcelo Salinas | En Órbita >> Bastaba que la Organización Mundial de la Salud declarara “pandemia” al Covid-19 para desatar la histeria en el mundo: se desplomaron las bolsas, variaron bruscamente los tipos de cambio y se alteró más el precio del petróleo, ya en vaivenes. El turismo, que interesa sobremanera en Quintana Roo, no es ajeno a las repercusiones.
Hasta hoy jueves se habían pospuesto los dos encuentros más esperados: la cumbre mundial programada inicialmente para abril en Cancún y postergada ahora para octubre; y el tianguis en Mérida, el más importante del país, que a 10 días de su inicio fue aplazado hasta septiembre, aun cuando se habían rebasado las expectativas.
Es posible que más sean pospuestos o cancelados por prevención. ¿Se demoraron? Los especialistas aseguran que no: los protocolos establecen fases antes de emitir alertas; y para evitar el caos, se calcula fríamente cada declaratoria. Ello explica la cautela y el sigilo con que actúan.
Hasta el miércoles, antes de que el presidente estadunidense Donald Trump pidiera a sus conciudadanos “revalorar los viajes al extranjero”, la industria local no acusaba con determinación un golpe duro. La recomendación en Estados Unidos de no abordar cruceros (lanzada la semana pasada) no era suficiente para confesar la frustración.
Es que no había, oficialmente, cancelaciones de vuelos ni de cruceros; es más: desde Cozumel confirmaban hoteles flotantes que antes se dirigían a Europa y Asia. En tanto, los pronósticos de ocupación para “Spring break” y Semana Santa alcanzaban 90%.
Es verdad: con cero casos en el Caribe mexicano (hasta ayer era así) y sin cancelaciones (postergar no es igual) no había motivaciones para la zozobra. Pero también es verdad que cuando se cierra el principal socio comercial y emisor de visitantes, los números tiemblan solos. Las cifras eran positivas hace algunas horas. ¿Hoy? Veremos.
“Estamos preparados”, insisten autoridades y directivos turísticos: unos 70 millones de pesos para la situación en el estado, capacitaciones y reconocimiento público del gobierno federal por iniciativas como el control en el aeropuerto cancunense, dan cierta tranquilidad. Reflejan madurez al menos. Aunque también han admitido que el impacto “es inminente”.
La pregunta sin respuesta todavía es de cuánto será el impacto, sobre todo dado el contexto de retos: desde sargazo e inseguridad, hasta débil promoción oficial desde la Federación, pasando por recortes presupuestales.
Es un punto de inflexión. Apenas inicia. Ojos abiertos.