Marcelo Salinas | En Órbita >> Desde el extranjero se preguntan por qué no se han cerrado aún las fronteras del país. En Quintana Roo, algunos especialistas también se atreven a cuestionar una medida pendiente y que pudiera ser aplicada en las próximas horas. Si no tal cual, un estado de emergencia o algo parecido, pero más drástico que lo visto a la fecha. Se necesita actuar ahora, apuran dos fuentes consultadas.
Guardando las proporciones y el contexto, es como una contingencia por huracán, con sus conocidas fases “antes”, “durante” y “después”, equivalentes a las multicitadas “1”, “2” y “3” por estos días, donde la “1” sería el “antes”. Ya la estamos pasando si se considera que llevamos 14 días de retraso por aquello de la incubación.
México pasó de 15 casos confirmados el jueves 12 a 93 en casi una semana; es decir, 520% más. Al cierre de esta columna eran 118. Si bien es normal que en una epidemia los contagios se multipliquen, en el caso mexicano este ritmo se aceleró en los últimos días, lo cual anticipa en la práctica la llegada de la “2”, donde no solo se trata de casos importados, sino ya de una transmisión comunitaria. Lo hemos explicado en este mismo espacio.
Con ese panorama, sabiendo incluso que el impacto es inminente, que en Quintana Roo la exposición es mayor por el 70% de ocupación aproximado de las últimas horas (200 mil visitantes en zona norte, en números cerrados) y, sobre todo, cuando se percibe una minimización de la crisis, la pregunta del inicio cobra mucho sentido. ¿Cuándo entonces se van a cerrar? ¿O no piensan hacerlo?
Es verdad que se ha ajustado la política a los protocolos, pero también es verdad que la entidad tiene una vocación distinta a la de cualquiera otra. Es verdad que no se debe ser alarmistas, pero tampoco omisos. Es verdad que el golpe ya es duro como para exagerar cerrando todo, pero no hay de otra: un destino de clase mundial debe equiparar sus acciones a las de sus pares.
Se necesitan decisiones de Estado. No bastan, dicen, los escapularios, ni la buena vibra, ni la fuerza moral, ni la opinión de un solo epidemiólogo como el subsecretario Hugo López Gatell para cuidar, por ejemplo, la salud del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Las bandas del ficticio huracán ya están sobre el territorio. Queda confiar en que las capacitaciones al sector Salud y los recursos de todo tipo serán suficientes para el vendaval que advierten algunos expertos.
Debemos sortearlo con éxito otra vez.