Marcelo Salinas | En órbita >> El coronavirus no cede en Quintana Roo. Lo del rebote parcial que planteamos en este espacio el lunes pasado ha obligado a reprogramar parte de la reactivación anunciada al menos una semana más. El gobernador Carlos Joaquín confirmó el lunes a un noticiero radiofónico que aplazaron al 8 de junio el reinicio en más rubros, aunque desde el 1 de junio reanudarán actividades en el sector primario.
Se refería a que hoteles y parques temáticos rectificaron la fecha inicial predicha, si es que las condiciones sanitarias lo permiten. Es decir, el plan original fue modificado por dichas razones, con todo lo que implica para un estado que vive de lo generado por los servicios turísticos y de la cadena productiva íntimamente asociada.
La disyuntiva comentada en la misma opinión del lunes no ha sido resuelta o divulgada: ¿Cómo seguir avanzando sin riesgos graves? Cuando el peligro parece inminente, e incluso crecido como por estos días, es un dilema que obliga a encontrar alternativas casi hechas a la medida.
Se sabe que habrá protocolos y que las noticias de organismos internacionales de turismo aceleran la reapertura al considerar, oficialmente en los próximos días, que el Caribe mexicano “es un destino seguro”, aunque preocupen los números en torno a la propagación.
Muchos esfuerzos han sido fructíferos, pero el mensaje no es atendido por un sector de la sociedad. Ya explicamos que el sustento precario y otros factores no dejan margen para la comodidad, aunque también es cierto que se asoma un exceso de confianza, abren negocios no esenciales y la movilidad en ciudades como Cancún repunta con inquietante celeridad.
En el fondo se trata de vida o muerte. Es literal y figurado. El líder hotelero Roberto Cintrón asegura que es de “supervivencia” la reapertura de hoteles, y además lamenta que posiblemente tarde hasta dos años en recuperarse la economía turística.
Y con ese mismo argumento válido mucha gente sale ya para encontrar su propio sustento, a veces sin protección ni mayor orientación. Miles de familias viven al día, con apoyo reducido o sin él, y con esperanzas que se agotan debido a la peor crisis de la historia local, cuyas secuelas apenas empiezan a apuntarse con precisión en el recuento general de daños.
Lo peor es que no hemos superado la contingencia. A recuperar las medidas lo más pronto posible, y a afinar los planes porque la recuperación debe darse tarde o temprano con turismo, gradualmente y con seguridad.
Es un trabajo al unísono, sin excepción.