Marcelo Salinas | En órbita >> Desde el anuncio del retorno a la “nueva normalidad” y la reanudación de actividades determinadas hace tres semanas aproximadamente, cada tantos días las autoridades de Quintana Roo han corregido el mensaje a la población, ajustándolo mejor tras analizar una serie de factores que surgen, junto con médicos, expertos y asesores.
Se deduce que buscan seguridad, precisión y certezas; no es que las decisiones de cambiar colores en el semáforo estatal, fechas de reapertura, porcentajes autorizados para el reinicio y permisos para operar, obedezca a errores, arrepentimientos o manipulaciones. Así lo explican quienes preparan la información oficial, posteriormente divulgada a la población.
No hay dolo ni omisiones: se debe a los vaivenes de la crisis y a los “comportamientos”, tanto de un virus prácticamente desconocido, como de una sociedad que avanza condicionada por múltiples componentes, a regañadientes, con temor e incertidumbre.
En círculos de análisis hablan de un “despegue forzoso”; en grupos médicos advierten un rebote en la curva, y en empresas turísticas lamentan la postergación de la apertura total: “sin playas no hay paraíso”, se comentaba en WhatsApp.
Respecto del despegue, en una opinión anterior se comentó que cualquier reactivación en el Caribe mexicano pasa sí o sí por la recuperación de los indicadores de la industria turística y de la cadena productiva asociada. Los más de 83 mil empleos perdidos y los más de 10 millones de boletos de avión cancelados, deberán no solamente recuperarse, sino superarse en algún momento. Se han autoimpuesto dicha meta.
En torno al rebote, se ha reconocido ya lo del sur, en un Chetumal que activa su alarma, en tanto que en Cancún deberán esperar unos días para confirmar o desmentir lo que se alerta desde antes del 1 de junio: la mayor movilidad ha sido descuidada. Los de la “primera línea” temen un repunte, aun cuando los portavoces de las instituciones públicas aseguran un descenso en la zona norte. Esto último es lo deseable.
Acerca de las playas cerradas, es una decisión sensata entendiendo que en la mayoría de hoteles y parques la postergaron hasta la segunda quincena, en una acción consensuada con las autoridades, sin olvidar que el mal tiempo y el recale de sargazo en tramos de la costa, pudieron incidir de última hora. Las pocas reservaciones, pesan más en todo caso.
Esta semana el arranque deberá ser casi intachable para no volver a las restricciones ni al aislamiento. El primer paso ya se dio.